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Leitaria Garrett
quarta-feira, julho 27, 2005
 
 
 
En la madrugada en que Bea se fue las nubes decidieron parar de llover. Aún me acuerdo de llegar a casa en esa noche de alcohol e otras drogas y quedarme ahí, delante de su cuerpo tirado en la silla de la cocina; sus ojos cerrados y sus sueños lejos, muy lejos de ahí… En una mano ardía aún la colilla de un cigarro cansado de esperar, cansado de pensar, cansado de todo… deseando que el aire le quitara la vida material y le regalara una existencia más leve, más libre. Por un momento me acordé de una página del “poema en prosa” de Umbral: “Tu pelo de costumbre, partido en dos, peinado por la soledad, y tus ojos de alcohol, un tabaco profundo y cansado, la arcilla apasionada de tu rostro, la boca rota y grande, historias de amor, recuerdos de recuerdos, manos duras y tibias, un cuerpo lleno de sexo y resentimiento (…)”. La cogí. Me temblaban las manos y las piernas en ese esfuerzo sobrehumano de no mirarla mientras dormía. Me dolía penetrar en su intimidad, en ese espacio que no es de nadie, mientras duermes. La Salamandra nos lo decía siempre que no la miráramos mientras se paseaba por el césped de la ciudad de los sueños; de sus sueños. Porque ella estaría por ahí cerca, por arriba, volando alrededor de nuestros pensamientos, de nuestros deseos. Y, por eso, la dejé volar y no la miré. La dejé en la cama de Alex y, justo cuando me alejé, sentí que sus cuerpos se habían hundido sin haberse dado cuenta. Él Rubio dormía desnudo con la cara hacía la pared y Bea lo cogió instintivamente y se encajaron inconscientemente. Los miré aún un segundo antes de marcharme y cerrar la puerta. Me encantaba el olor que siempre se quedaba ahí, después del tiempo de una noche: el despojo de mis dos seres más queridos, hundidos en uno solo trago respirable. Todo esto se lo conté a Alex en esa trágica mañana de sábado. Y añadí:

“despacito cuando tu dormías, ella te hablaba, te preguntaba, te protegía. / Ella prometió darte todo, pero solo pudo darte lo que tubo / para ti lo más hermoso era amanecer junto a sus ojos, iluminando el mundo… / Pero los pájaros no pueden ser enjaulados / porque ellos son del cielo, ellos son del aire/ y su amor es demasiado grande para acuartarlo”

La habíamos dejado finalmente volar. Dejé al Rubio solo, en el suelo de la sucia habitación. Le besé la frente y me fui a respirar el aire fuerte y sin olor de los de la calle. Los dos sabíamos que nuestros ojos llorarían hasta doler y que por dentro siempre quedaría un hueco de carne trémula. Los dos sabíamos que esto iba a ocurrir, tarde o temprano, pero ninguno de los dos lo habría aceptado conscientemente.

Alex no me miró y se quedó en su egoísmo autista. Fijaba la pared y relía, lejos, el papel que tenia en las manos.

Escribió y firmó:

“mi amor siempre estará cuidándoos…”
Beatriz

(Gracias a Bebe por esos versos musicales que seguro aún se pasean, fugaces, por las calles y canales de Ámsterdam) 
 

Me duele dormir. Me duele cerrar los ojos si no estoy ni quiero estar cansado. Me duele escribir con otro bolígrafo que no la luz. Y no me gusta la noche porque aquí no hay luz… O, por si acaso la hay, es flaca. Muy flaca

Me odio. No hay camino posible ahora mismo. Me odio.

Para enfocar la cámara visualmente con los objetivos habituales, mírese a través del visor con la mayor abertura de enfoque del objetivo hasta que las imágenes superior y inferior de la mancha queden perfectamente alineadas sin línea de división entre la misma y/o hasta que la imagen del objeto en la banda no oscile ni aparezca interrumpida.

Hay más. Mucho más. 
 

Aqui do meu sétimo andar, quando a cidade já dorme embrulhada em nuvens e nevoeiros sem dono, decido, uma vez mais regressar. Regressar a ti, ao nosso jovem mundo de momentos comuns, à nossa velha infância. Sei que pouco falamos quando estamos juntos, que o que dizemos não ultrapassa geralmente a barreira do quotidiano, mas nada disso importa agora, nada disso é pouco. Provavelmente não é unicamente a ti que me dirijo, mas a tudo o que nos liga, que me é tanto e tão pouco ao mesmo tempo. Vou parar por aqui porque também este cigarro quer descansar. Deixo a música tocar por mais um pouco, em forma de eco, para que também ela se perca na noite e ganhe forma de um sonho…

 
  Que outra maneira mais perfeita de chegar até ti senão com palavras? Que outra forma de te ter por breves instantes, fora da redoma do quotidiano citadino?
Sim, é para ti que falo em silêncio. Sempre.

Tomo com o ardor possível este precioso legado que me deixaste. Retomo a linha onde outrora encontraste a resignação e deixaste que a tinta da caneta acabasse. Procuro seguir-te. Procuro encontrar-te naquilo que de teu trago sempre comigo. Sei que também tu te refugias nestes livres espaços, ainda que não os transformes mais em palavras visíveis. Tenho-te na certeza destas palavras que possuo em mim e que descarrego com breves movimentos de apressada caligrafia. Concretizo-me timidamente nisto que vês, nestes anestesiados sentimentos, neste parco vocabulário de quem há muito já não utiliza esta nossa língua para comunicar de que maneira seja. Uma vez mais, deixo que o silêncio e a distância que nos separa nos fortaleçam para lá do impossível.
Procuro não cometer erros de semântica ou sintaxe para que a mensagem te chegue de forma clara, sem ruídos. No entanto, sabe bem que me corrijas, sabe bem esse teu lado real, que, tanto no espaço da escrita como na vida de vigília, te categorizam como ser cauteloso, zeloso e prático. Agrada-me, sobretudo, que guardes a pragmática e o sentimentalismo para os teus momentos a sós. Porque também eu o faço. E quando te pareço que delego ao coração a tarefa de maquinista é porque sou jovem e não consigo ainda controlar tudo isto que me rodeia e me sou. Terás de o compreender na recordação do que também foste quando o universo te parecia caótico e demasiado vasto para poderes alguma vez fazer parte dele.
Sinto-me à deriva na minha própria existência. Não me tracei ainda um mapa, nem tenho sequer uma bússola própria. Refugio-me no segredo de pequenos papéis que me foste dando, com coordenadas, sábias indicações, frases feitas e pensamentos de terras do Oriente. E, quando também tudo isto me não chega, nada mais que olhar-me ao espelho e olhar-te a ti também, ao meu lado, com uma mão no meu ombro. É então que, uma vez mais, e à tua maneira, me corriges, me trazes de volta ao mundo dos mortais; esses, para quem um pouco de céu basta. Provavelmente também a ti te não agrada, mas ambos sabemos e confiamos em ti para, uma vez mais, te encontrares forças e me guiares de novo até a um lugar seguro. Sinto-te na renúncia dos lugares comuns sentimentais, na tímida superficialidade com que me falas de emoções de composições poéticas, que são, no entanto, a tua aventura, o teu escape, o teu bilhete para esse universo que alcanças no egoísmo da tua única presença. E é isso que também eu quero para mim.
Para M.
(Isto e tudo!)
 
  El lamentable ceremonial del sentimiento es eso mismo. Es la parte oscura de un pantano sucio cubierto de un humus humano. En la mayoría de las veces uno se hace creer a si mismo que vive en una piscina de color azul lucido. Ahora mismo soy dueño de un pozo gris sin aspiraciones a convertirse en piscina o lago híbrido. Ahora mismo no queda en mí mucho del sentimiento cinematográfico lleno de belleza o color fuerte. ¡ A la mierda con todo y todos! ¡A la mierda conmigo mismo, con mi pereza en limpiarme el sentimiento y mantenerlo bello! Ilumino mi pantano/ pozo con luces artificiales que todavía puedo pagar. Y si te crees que tan solo eso me basta, no me conoces. 
 
 
 

Lo de Alex y Bea se ha acabado. El mío en ellos también. Ya queda solo muy poco, ya quedan solo breves instantes de una historia pasada, de retallos de memoria.

Parece institivamente que la felicidad está por venir. Que la palabra felicidad remite al futuro. Pero remite realmente a un pasado remoto, del que extrapolamos al futuro remoto con un movimiento mecánico de autodefensa. Se ha dicho que la literatura de ciencia-ficción está llena de añoranzas prehistóricas. Eso es. Sólo se puede soñar el pasado. El futuro es un pasado actuante. Un pasado que actúa como futuro. Confío en que seré feliz porque alguna vez lo fui. Y creo que alguna vez lo fui porque entonces aquella vez, creía asimismo haberlo sido en otro tiempo. Todo instante de felicidad no es sino la confirmación de que tenemos un pasado. Sólo la memoria goza. (UMBRAL, F.)  
  Regresso à casa de Verão para me lembrar que o sexo se fica apenas por uma única palavra. Na casa de Verão, o sexo é solitário, breve e mecânico. E por aí se fica. No egoísmo de uns e no silêncio de outros. 
 

O eras el zarzal de pecas – quien eras, quién eres, a quién hablo, qué escribo -, la manzana caída, un amor con muchos espejos, muebles ahogantes, muñecos, la mirada seca y pueril de cualquier adorno, y un cuerpo recobrado, una gloria a punto de arder, una risa que todavía ilumina tu carne optimista y cansada. No sé quién digo, qué desdoblamiento, qué poliformismo (…).

Así escribió Umbral e incluso me lo dijo al oído, sin que nadie se enterara en aquel café cutre de final de calle. Imposible no respirar ese cuerpo todavía sin nombre. Imposible dejar de dibujar su rostro en los que cruzan la avenida. Imposible no pensar en esa compleja artesanía de dos pies, dos piernas, dos brazos, un tronco, una cabeza y un alguien desconocido por dentro. Y una voz… una voz que aún suena cuando se queda todo en mí en silencio. Son ahora las 16:13 y no creo que venga hoy. Se me ha quedado el día un poco más corto, más pequeño, más sin interés. Otros cuerpos llegan y les reconozco como cuerpos, como artes humanas sin alcance aparente. Otros se van y me pasa lo mismo. Siempre lo mismo. ¿Qué fuerza esta que me atrae y me atrapa a esa combinación genética en particular? Ya es tarde. Y el tiempo no me enseña señales de su complicidad.

¿Qué digo? ¿Qué hago al ilusionarme de vacíos? No. Ya no viene. Y seguro ya no llegará a tiempo de mi fugaz voluntad egoísta. 
No Chiado, de tardinha, às vezes via-os passar sorridentes...de mão em mão...Dizia quem via:"São rapazes, bons portugueses!".Dona Ana passava também sempre à mesma hora,com os seus longos vestidos de tecido importado do Brasil...Carlos, o engraixador residente, com esse há-vontade que tem quem trabalha na rua,rodava o corpo enquanto Dona Ana passava e,do seu pequeno banco de madeira velha,gritava em suspiros, para que todos ouvissem,o mesmo de sempre:"Ai!, Madame!...Que até me causa indigestão!"

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